No resultaba fácil huir de Cresta ya que Minos guardaba los navíos bajo vijilancia militar; pero Dédalo, se favrico un par de alas y luego, otro para su hijo Ícaro. Las plumas grandes estaban unidas con hilo y la mas pequeñas con cera.
Después de haberle atado las alas a Ícaro, con lágrimas en los ojos le dijo : ¡Escucha bien, hijo mío ! no subas demaciado alto. No sea que el sol derrita a cera ni vueles demaciado bajo para que el mar no moje las plumas.
Acto seguido, metieron los brazos en las alas y echaron a volar.
-Sígueme de cerca!-exclamó Dédalo- ¡No marques tu propio rumbo!.
Habían dejado atrás Naxos, Delos y Paros y a la derecha iban dejando Lebintos y Calimne,cuando Ícaro desobedecio a su padre y comenzó a remontarse hacia el sol regocijado por la sustentación de sus enormes alas, en un inténto por llegar a él.
Dedalo volvió la cabeza y no pudo ver a Ícaro, pero unas plumas esparcidas flotaban abajo, sobre las olas.El calor del sol había derritido la cera y el joven Ícaro había caído al mar y perecido ahogado.
Dédalo dio vueltas hasta que el cuerpo subío a la superficie y lo llevó a la cercana isla que hasta hoy se llama Icaria, donde le dio sepultura. Esta isla le ha dado el nombre al mar que la rodea.¨
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